“Todos ” contra el rey Alfonso IX de León

Las fuerzas cristianas se dirigieron entonces contra el rey de León, cuando Alfonso IX había ya aceptado los buenos oficios nobiliarios para pactar la paz con Alfonso VIII . El Papa Celestino III (bula del 6 de junio de 1198) insistió también a Sancho I de Portugal que debía combatir al rey de León como “peligroso enemigo de la fe cristiana”. Las tropas leonesas se vieron obligadas a luchar en dos frentes, en la ribera del río Miño y en la Tierra de Campos o Campos Góticos, las fuerzas de Alfonso VIII saquearon Alba de Liste, cruzaron por delante de las puertas de las urbes leonesas de Zamora y Salamanca y retornaron a Castilla por la Extremadura leonesa. Será la reina Leonor de Castilla la que busque la concordia entre León y Castilla, para ello casará a su hija Berenguela (de 17 años) con Alfonso IX de León (de 26), el leonés le entregaría 29 castillos y su padre castellano las villas y fortalezas disputadas en los Campos Góticos. El hijo varón de este segundo enlace nupcial recibiría este poderoso infantado; los vínculos de parentesco también eran muy serios, pero se confiaba en que la inteligencia papal se avendría a razones por el interés de la paz.
La boda se celebró en Sta. María la Mayor de Valladolid, asistiendo entre otros los obispos de León, Zamora y Compostela, como testigos leoneses de su señor Alfonso IX . “Hubo fiestas muy grandes y muy honradas. El primer viaje del matrimonio recorrerá las ciudades leonesas de León y Zamora acompañados del arzobispo de Toledo. El nuevo Papa Inocencio III se mostró inflexible a pesar de la presión de los obispos leoneses de León y Zamora acompañados del arzobispo de Toledo; se pretendía que la unión conyugal se mantuviese y consintiese con el fin de asegurar la descendencia. La reina “castellana” de León era inteligente, piadosa y de gran fortaleza de espíritu. Tuvo cuatro hijos, Fernando (futuro Fernando III “el Santo”), Alfonso, Costanza y Berenguela. Inocencio III no dejó resquicio para hacerse la más mínima ilusión que contraviniera las normas canónicas. Alfonso IX ofreció 20.000 marcos de plata y el sueldo anual de 200 jinetes a cambio de un permiso matrimonial de tres años, la respuesta papal fue que excomulgaría a los monarcas y pondría el reino en entredicho si no se le obedecía. Se envió un legado pontificio de alto rango, el cardenal Rainiero (16 de abril de 1198). En este maremagnum de conflictos, Alfonso IX y Berenguela cuentan con el apoyo del obispo Manrique de León, al que libraron de forma radical del tributo de “superpostas” (21 de mayo de 1201). No obstante la inquina papal hacia el rey de León, Inocencio III desautorizaría por medio de una bula (6 de junio de 1198) al rey Sancho I de Portugal a romper los tratados de paz con el monarca leonés, aunque el mayor problema provenía de las reclamaciones territoriales de la ex-reina leonesa Teresa de Portugal.

En la primavera de 1199 Alfonso IX logra una victoria importante sobre las tropas portuguesas en Pinhel, antes había llegado hasta Braganza, mientras Sancho I lo hacía sobre la leonesa Ciudad Rodrigo. El Vaticano no analizaba con cordura la difícil situación política de los reinos hispánicos y sólo contemplaba el orden moral. La reunión celebrada en Palencia (1199) entre los dos primos Alfonso conllevó la insistencia del castellano en no aceptar cambio en la cuestión matrimonial. Por su parte Inocencio III (1200) suavizó la situación al mantener el “interdictum” sólo en los lugares en los que residieran los reyes, era una auténtica simpleza, ya que los monarcas nunca carecieron de clérigos para administrarles los sacramentos; el capellán de la reina, Pedro, siempre estaba con los reyes; obispos y monasterios aceptaban donaciones de los reyes excomulgados.
Los almohades estaban preocupados, entonces, en pacificar a los restos almorávides africanos dirigidos por ibn Ganiya y aunque conquistaron las Baleares, no estuvieron en condiciones de mirar hacia el norte hispánico hasta el año 1210, en este momento la iniciativa era ya de los “rumíes politeistas”. En elaño 1201 nació el infante Fernando, futuro Fernando III , y Alfonso VIII presionó para que Alfonso IX apartase a la prole de Teresa de la línea sucesoria, el Papa comenzó a culpar a Alfonso VIII de Castilla de la falta de acuerdo. En marzo de 1202, en Benavente, Alfonso IX presidió las Cortes del Reyno de León,
“…En esta misma Curia quedó confirmado que si el rey desease acuñar nueva moneda, todos los de su reyno deberían aceptarla. Pero si quisiera vender su derecho de acuñación, las gentes de la tierra no tenían la obligación de comprarlo, del mismo modo que si deseaban comprarlo, el rey, si no quisiera, no podría ser forzado a hacerlo. Sin embargo, si tanto el rey quisiera vender su derecho como las gentes de la tierra a comprarlo, entonces todos los del reyno debían contribuir por igual a la compra, sin caber excusa para nadie salvo para los canónigos catedralicios, los caballeros y los criados que para ellos trabajasen y viviesen a costa del señor y en su residencia…” (J. González, 1944).

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