“Disolución” del matrimonio de Alfonso IX y Berenguela

Urraca López de Haro, viuda de Fernando II de León, madre del infante Sancho (legítimo heredero del Reyno de León) y de María Núñez, trató de utilizar a Alfonso VIII para la defensa de sus intereses y los de sus hijos, la ilegitimidad de los matrimonios de Alfonso IX podía permitir presentar la candidatura del infante Sancho a la sucesión regia. Alfonso VIII contemplaba mejor la posibilidad regia leonesa para alguno de sus nietos. La ruptura con la familia López de Haro se produjo cuando Diego López de Haro se hizo súbdito de Sancho VII “el Fuerte” de Navarra y luchó contra Alfonso VIII (la ofensa provenía de la repoblación regia de Miranda de Ebro). Alfonso IX aprovechó la coyuntura para reconquistar las fortalezas de Monteagudo y Aguilar, en abril de 1202; los alcaides fueron perdonados y admitidos a la obediencia leonesa. Urraca López de Haro se retiró a su fundación del monasterio de Vileña donde moriría en 1226.

Alfonso IX respetando el acuerdo de Tordehumos fue a Castilla, para tomar parte en la guerra de represalias contra Navarra y la familia López de Haro, en marzo de 1203. El Papa decretó que las arras entregadas por el marido leonés a la esposa retornaban a él. En 1203 el Miramamolín prolongó las treguas con todos los reinos cristianos, sin decantarse por ninguno. Berenguela regresó a Castilla dejando a su hijo Fernando en León. “Señor, enséñame a cumplir tu voluntad”. Llegó a tiempo de poder ayudar a su madre Leonor de Castilla en la crianza de su hermano pequeño Enrique, nacido en mayo de 1204. Mientras las mujeres y hermanas, Blanca y Berenguela rezaban en Las Huelgas, los primos regios hacían

alarde militar en Castronuño fijando la negociación que clarificaba el estatus del infante leonés Fernando Adefonsez, hijo y nieto de ambos. Alfonso IX no volvió a plantearse contraer matrimonio nunca más. Se conocen los planes espurios de Alfonso VIII con respecto a la paz con el Reyno de León, en el Testamento de diciembre de 1204, donde se constituía un legado para su nieto, el futuro Fernando III “el Santo”, que consistía en dejarle los castillos objeto de litigio o que estuvieran ocupados militarmente por Castilla, eran Valderas, Melgar, Bolaños, Villafrenchós, Almanza, Castroponce, El Carpio, Monreal, Castrotierra y los Sieros de Riaño y de Oviedo, este nuevo señorío sería el colchón entre León y Castilla, bajo vasallaje leonés, pero debilitando el poderío del Reyno de León. Los dos Alfonsos se reunieron en Cabreros del Monte (marzo de 1206). Alfonso IX aceptaba dejar a su hijo, el futuro Fernando III , las villas y fortalezas en litigio, además de los lugares de Luna, Argüello, Gordón y Ferrera, si añadimos los castillos de las arras que entregaba Alfonso IX , el señorío del infante leonés era enorme e iba a contar con medios suficientes para defender sus derechos al trono frente a sus hermanastros. Berenguela de León recibía una indemnización de 6.000 maravedíes como renta al año. Alfonso IX volvió a Compostela, ya que el repliegue del reino leonés sobre Galicia era indudable, la expansión sólo tenía una angosta posibilidad a costa del reino sarraceno de Badajoz, por lo tanto la repoblación interior pasaba a primer plano.

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