-LA PRIMERA GUERRA ROMANA O PÚNICA (264 a.C.-241 a.C.)-

Los tratados entre Roma y Cartago demuestran dos idiosincrasias diferentes, los intereses económicos de los africanos eran comerciales, mientras que los romanos tenían aspiraciones territoriales. Pero, de pronto ocurrirá un hecho político-militar totalmente inesperado, mal gestionado por Cartago, para que estas relaciones legalmente consolidadas se fueran al traste, y dieran comienzo a unas relaciones bélicas y de odio profundo, cuyas consecuencias fueron inesperadas e imprevisibles para ambas poleis.  

La causa de la Primera Guerra Romana o Púnica (264 a.C.-241 a.C.) tiene su clave de inicio por el comportamiento salvaje y de terrorismo realizado por los mamertinos, quienes eran unos ex-mercenarios de Agátocles de Siracusa, que se encargaban de la depredación del noreste de Sicilia, su nombre provenía de Maners, el Marte de los sabinos. Fueron aceptados de buena fe en Mesina, aunque una vez dentro de la ciudad asesinaron a los varones y se apoderaron de las mujeres, saqueando casas y posesiones.

Desde el año 275 a.C. hasta su gran derrota en el 268 a.C. (batalla de Longanos) lucharon contra el rey Hieron II de Siracusa [c. 306 a.C.-TIRANO-REY DE SIRACUSA, desde el año 265 a.C. hasta el 215 a.C.], por su situación límite recurren en primera instancia a los púnicos; pero, en el año 264 a.C., nuevamente Hierón II y, ahora apoyado por los cartagineses, se dirige contra ellos. Entonces, la asamblea manertina decidió solicitar la sumisión o deditio a Roma, lo que conllevaba inmediatamente la protección del SPQR. La oligarquía senatorial romana vio posibilidades importantes de riqueza y botín en Sicilia, por lo tanto su cónsul Apio Claudio Caudex se dirigió hasta Reggio Calabria, y por la noche consiguió penetrar en la sitiada Mesina.

A continuación envió embajadores a los sitiadores para conminarles a que abandonasen el cerco. Ambos aliados se negaron, y el cónsul de Roma haciendo caso omiso de todos los problemas jurídicos irresolubles existentes les declaró la guerra.

Ya tenemos a cartagineses y romanos enzarzados en su primera gran conflagración. Hechos de armas muchos, favorables a ambos bandos, aunque ninguno afloja la presión. No obstante será la Balanza o Senado cartaginés cuya sede estaba situada en un edificio, que poseía una balanza en el frontispicio de su puerta, quien antes dará signos de agotamiento. Para aquellos hombres de Cartago era total y absolutamente inexplicable una guerra que no tenía fin, y que estaba agotando las posibilidades económicas de su república, hecha para el comercio y para las buenas relaciones entre los pueblos. Por el contrario, Roma luchaba siempre hasta la extenuación, su psique ciudadana no le permitía ningún tipo de armisticio que no conllevase la rendición absoluta del enemigo.

Pero, en el año 247 a.C., aparece en la escena bélica un nombre eximio, padre de una dinastía que dará múltiples problemas a Roma, se trata de Amílcar Barca (275 a.C.-228 a.C.); su nombre significa: Hmlqrt o ‘hermano de Melkart’. Melkart era la suprema divinidad regia de Tiro. En Cartago podría ser el equivalente de Hércules o de Herakles. Su apelativo Brq o Baraq significa ‘rayo-fulgor’. Mantuvo su ejército incólume y realizó una magistral guerra de guerrillas contra Roma en Sicilia. Dota a sus soldados de una versatilidad y una disciplina fuera de serie; siempre se dijo en su época que ningún soldado desertaba de los ejércitos de los Barca. Aunque no pudo ganar batallas relevantes, su actuación siempre fue digna y exitosa, provocando gran número de muertos e ingentes gastos a los romanos, para Roma era un auténtico diablo.

Cuando la Balanza se rindió, de forma inesperada, Amílcar Barca estaba invicto, y aunque firmó con el cónsul romano Gayo Lutacio Cátulo (c. 291 a.C.-¿?), obligado por su patria, la rendición, se pudo retirar con sus 20.000 soldados  ordenadamente sin rendir las armas; su prestigio entre sus soldados y entre sus enemigos ya sería proverbial, todo ello unido a una innata y superlativa ironía en sus relaciones con el SPQR.

Polibio nos indica como fueron las condiciones de paz entre el Barcida y el romano: “Bajo esas condiciones habrá amistad entre Cartago y Roma, siempre y cuando el pueblo romano también lo apruebe. Los cartagineses evacuarán toda Sicilia, no harán la guerra contra Hierón ni tomarán las armas contra los siracusanos o sus aliados. Los cartagineses devolverán a los romanos todos los prisioneros de guerra sin pedir rescate. Los cartagineses pagarán a los romanos dos mil doscientos talentos en un plazo de veinte años”.

Sea como sea la Asamblea Popular de Roma las juzgó excesivamente benignas, y no las convalidó haciéndolas más peyorativas: 1ª-La indemnización debería ser de unos mil talentos más, y el plazo sería disminuido a diez años. 2ª-Los púnicos abandonarían todas las islas entre Italia y Sicilia.

La Balanza púnica no tuvo otro remedio que aceptarlas. C. Lutacio Cátulo celebró su esperado triunfo el 4 de octubre de 241 a.C., y construyó  un templo a la diosa Juturna (deidad menor, ninfa de las aguas y de los manantiales. Júpiter le concedió la inmortalidad como compensación por haberle arrebatado la virginidad) en el Campo de Marte.

Este comportamiento tan usurero, y tan poco contemporizador con un enemigo tan valeroso, crearía una auténtica fractura social en la urbe tiria norteafricana y, sobre todo, en su gran comandante Amílcar Barca, quien alimentó ya indefinidamente su rencor hacia Roma, nunca aceptaría esta derrota y rendición incondicional, ya que él estaba seguro de que se debería haber seguido luchando hasta obtener una victoria o, cuanto menos, un armisticio equitativo.

El genial Bárcida concluidas las negociaciones de paz condujo a sus soldados hasta Lilibeo, y desde ahí se embarcaron para Cartago. Luego, de forma inesperada y sin causa aparente, renunció al mando del ejército cartaginés, y se fue hasta sus predios familiares en Hadrumetum

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